Nota al lector: Esta es la segunda parte (lee Parte 1 aqui) de una serie de blogs acerca de la resurrección que estaré escribiendo esta semana santa en preparación para la celebración de la pascua este domingo. Espero que sea de edificación.
Hoy vamos usar nuestra muy-avanzada máquina de tiempo—es decir nuestras mente—para regresar dos mil años atrás a ese glorioso domingo cuando todo cambio. Vamos a re-vivir ese momento sobrenatural al leer, meditar, y reflexionar en la resurrección de Jesucristo.
Para ello, vamos a consultar con un testigo—alguien que vio personalmente al Cristo Resucitado. Este es el testimonio del ex–recaudador de impuestos, convertido en apóstol, Mateo:
Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María vinieron a ver el sepulcro. 2 Y se produjo un gran terremoto, porque un ángel del Señor descendiendo del cielo, y acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella. 3 Su aspecto era como un relámpago, y su vestidura blanca como la nieve; 4 y de miedo a él los guardias temblaron y se quedaron como muertos. 5 Hablando el ángel, dijo a las mujeres: “Ustedes, no teman; porque yo sé que buscan a Jesús, el que fue crucificado. 6 No está aquí, porque ha resucitado, tal como El dijo. Vengan, vean el lugar donde estaba puesto. 7 Vayan pronto, y digan a Sus discípulos que El ha resucitado de entre los muertos; y El va delante de ustedes a Galilea; allí Lo verán. Miren, se los he dicho.” 8 Y ellas, alejándose a toda prisa del sepulcro con temor y gran gozo, corrieron a dar las noticias a los discípulos. 9 De repente Jesús les salió al encuentro, diciendo: “¡Saludos!” Y ellas, acercándose, abrazaron Sus pies y Lo adoraron. 10 Entonces Jesús les dijo: “No teman. Vayan, avisen a Mis hermanos que vayan a Galilea, y allí Me verán.” (28:1-10, NBLH)
Este pasaje incluye varios detalles que solo un testigo fiel es capaz de compartir. Tomemos una mirada más cercana:
Un Domingo al Amanecer (v. 1)
Mateo inicia diciendo que todo cambio un domingo. Ese día, María Magdalena y otra María (este nombre parece que era popular)—dos fieles seguidoras del Mesías—fueron a la tumba de Jesús.
Aparición Angelical (v. 2-4)
Mateo nos informa que hubo un terremoto causado por la apariencia (¿aterrizaje brusco?), de un ángel del cielo cuyo aspecto causo gran terror en los bien-entrenados, guardias de Roma. Pastor John MacArthur, en la Biblia de Estudio MacArthur, dice que los guardias “no estaban simplemente paralizados con temor, sino completamente inconscientes, totalmente traumatizados por lo que habían visto.”
Como si nada, este ángel quito la gran piedra y se sentó en ella (un poco chistoso, ¿verdad?). Mateo nos describe la apariencia del ángel como un “relámpago,” cuya ropa era “blanca como la nieve.” Esta descripción del ángel no era fuera de lo común.
En la Biblia encontramos varias historias de encuentros personales con ángeles y todas, por lo regular, describen a ángeles en la misma manera—como seres vivientes sobrenaturales, cuyo propósito era (y es) el de compartir un mensaje de parte de Dios.
La Biblia nos enseña que estos ángeles de Dios reconocen sus funciones como mensajeros; por lo tanto, rechazan cualquier tipo de adoración, sabiendo que El único que la merece es Dios y nadie más.
Buenas Noticias e Instrucciones (v. 5-7)
Mateo nos cuenta que el ángel hablo y dijo lo siguiente: “Ustedes, no teman; porque yo sé que buscan a Jesús, el que fue crucificado. 6 No está aquí, porque ha resucitado, tal como Él dijo. Vengan, vean el lugar donde estaba puesto” (v. 5b-6). El ángel inmediatamente comparte las buenas noticias a las mujeres. ¿Cuál era el mensaje? ¡Jesús ha resucitado! ¡Él vive!
Es importante notar que el ángel les recuerda a las mujeres que Jesús resucito tal como Él había dicho. Mateo nos dice, en otro pasaje, que Jesús profetizo su muerte y resurrección en varias ocasiones: “Desde entonces Jesucristo comenzó a declarar a Sus discípulos que debía ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas de parte de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día” (16:21). El ángel, en pocas palabras, dijo que la resurrección de Jesús fue cumplimiento de profecía.
El ángel, también, invita a las mujeres—por si acaso no creían que Jesús había resucitado—a ver el lugar vacío donde Jesús había sido puesto. Y por último, el ángel instruye a las mujeres a hacer los mismo que el hizo—compartir con urgencia las buenas noticias que Jesús está vivo y que se iba a reunir con los discípulos en Galilea.
¡Sorpresa! (v. 8-10)
Si la apariencia de un ángel no era suficiente para darles un ataque al corazón a las mujeres, tal vez el encuentro con el siguiente personaje las iba a poner en un estado de shock.
Mateo nos cuenta que de repente Jesús—El que había muerto una muerte horrible y vergonzosa—aparece a las mujeres, confirmando lo que el ángel había dicho. “¡Saludos!” dijo Jesús. Mateo nos informa que las mujeres se acercaron a Jesús y “abrazaron Sus pies y Lo adoraron” (v. 9b, enfasis agregado). Esto nos confirma que Jesús no era simplemente un espíritu volando, sino una persona con un cuerpo fisico y palpable—un cuerpo de resurrección.
Es interesante notar que Jesús, siendo un hombre judío—conocedor de la Ley, la cual enfatiza que solo Dios es digno de adoración—no rechaza la adoración, sino la recibe. Jesús acepta el reconocimiento de Su deidad. En otras palabras, Jesús está diciendo, implícitamente, que Él es Dios.
Aquí vemos la manera correcta de como cada ser humano debe responder al Jesús Resucitado. Estas mujeres nos dan un ejemplo digno de ser imitado. Ellas reconocieron que Jesús era el Mesías Crucificado y Resucitado. Sus vidas nunca fueron igual.
Un poco más adelante en este mismo capítulo, Mateo nos relata la reunión de Jesús y sus discípulos (sin Judas Iscariote, quien se orco) en Galilea y, con toda honestidad, nos informa que algunos creyeron y otros dudaron (v. 16-17). Mateo concluye su testimonio (su libro) con lo que es conocido como “La Gran Comisión,” donde el Cristo Resucitado con toda autoridad comisiona a Sus discípulos a predicar el evangelio y hacer discípulos de todas las naciones (v. 18-20). Esta es la misión de la Iglesia de hoy.
Reflexión
Que historia más asombrosa, ¿verdad? Pero aún más asombroso es el hecho de que esta historia sucedió. Aquí leímos el humilde y honesto testimonio de uno de los discípulos de Jesús. Si esta historia hubiera sido un cuento ficticio, no hubiera tenido tanto impacto en la vida de los discípulos, quienes tal vez hubieran regresado a sus vidas normales, evitándose todo el sufrimiento y persecución que más adelante iban a experimentar por causa del Evangelio.
Y, si Mateo hubiera inventado esta historia, no hubiera mencionado a mujeres (quienes, desafortunadamente, no tenían una voz y derechos como las mujeres hoy en día) o hablado mal de algunos de sus colegas (el v. 17 dice que algunos discípulos dudaron). El simple hecho de que Mateo menciona estos detalles nos afirma que su testimonio es verdadero y confiable.
Mantengase al tanto para Parte 3.
Pingback: ¡Él Vive! (Parte 3) | For His Glory